MI BARCO

Santa Marïa - F-81

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Marchando

viernes, 20 de marzo de 2009

EL VASA (Regalskeppet Wasa)

Esta es la extremadamente corta historia del Vasa, el barco de guerra sueco más conocido de la Guerra de los Treinta Años (1618-48) hundido nada más botarlo. Su final creó un mito y su encuentro y recuperación suscitaron uno de los mejores eventos del siglo XX en el país. Este barco es uno de los mejores ejemplos de barcos de guerra del siglo XVII. Creado para dominar el mar báltico y controlar los ataques de los países vecinos, enemigos de la liga protestante. En 1625 Suecia diseñó cuatro buques de guerra para controlar los ataques del sur, pero principalmente “El Wasa” sería el navío principal. Su elegancia y riqueza ornamental le conferiría un poder sobre los austeros galeones de la Santa Liga. Querían que fuera invencible, el más poderoso jamás visto. Su creador fue el holandés Henrik Hybertsson.
Su ficha técnica contaba con: Material de su construcción: Madera de más de mil robles suecos. Capacidad para 145 marineros y 300 soldados. Caña: 11 mts de largo. Ángulo de giro del timón de hasta 14 grados. Manga: 11.7 mts. Calado: 4.8 mts. Quilla: 5 mts. Bauprés (medida del galeón de largo): 69 mts x 11.7 mts. Se desplazaba a 1.210 toneladas y tenia una eslora de 70 metros. Armamento: Un total de 64 cañones, distribuidos en : 48 cañones de 24 libras (un cañón pesaba más de una tonelada)- 8 cañones de 3 libras- 2 cañones de una libra y 6 cañones pequeños situados estratégicamente en sus tres puentes. Castillo de Popa: Estaba situado a 20 metros de alto y a 15 mts sobre el nivel del mar. Su Palo Mayor media desde la quilla: 52.5 mts..- Tenía 3 palos y capacidad de hasta 10 velas de 1275 mts cuadrados- (en la actualidad solo se conservan seis de ellos) El galeón media 69 mts de largo x 11.30 mts de ancho.
Siguiendo con la tendencia de los galeones holandeses de la época, aparece en el Wasa cargado hasta la “locura” de un gran número de esculturas de hombres que representa a las esculturas de dioses griegos y marineros; símbolos reales, escudos heráldicos, animales mitológicos, etc, así hasta un total de 700 piezas escultóricas. También grandes faroles y farolillos especialmente llama la atención, los colocados en el castillo de popa, muy ornamentado y recargado.
En el castillo de popa se encuentra las efigies del rey Gustavo Adolfo con dos grifos.
Bajo el mar y durante tantos años, el color de los ornamentos prácticamente, no tenían casi ni color, se tuvo que trabajar a fondo para su recuperación.


LA RECUPERACIÓN:
El investigador privado sueco, Anders Franzén, siempre fue un loco de la historia y leyenda del Wasa, desde su niñez. Franzén sabía muy bien que se había hundido cerca del puerto de Stockholm, y paso mucho tiempo intentando investigar todo en relación a este galeón. Se empeñó en estudiar la historia naval de la edad moderna y en conocer todo sobre los galeones en el largo de los siglos, especializándose en su favorito, el Wasa. Exploró durante varios años el puerto antiguo de la ciudad hasta que en 1956 lo halló cercano al islote de Beckholmen a 32 mts de profundidad.
Con ayuda de dragas y buceadores, Franzén empieza a sumergirse en busca de tesoros. Su descubrimiento fue algo que nadie se hubiera nunca ni imaginado. En 1958 encuentran uno de los grandes cañones y trabajan en su recuperación. En 1959 logra con unos cables de acero agarrar por debajo de la nave y con la ayuda de una empresa de navíos de carga, remontarlo hasta aguas menos profundas. En 1961 Stockholmo empieza a construir un lugar provisional donde depositar el navío una vez que haya sido rescatado de las aguas del frío mar del Báltico. El 24 de abril de ese mismo, logran poner a flote el Wasa. De seguida un gran equipo de arqueólogos, restauradores y muchos obreros, logran trasladar a un sitio protegido el viejo Wasa. En 1962 se le empieza a tratar con líquidos especiales para su conservación. Entre los años 1962 y 1987 los buceadores y un equipo de trabajadores especializados en arqueología submarina, rastrean la zona donde se ubicó el hundimiento. En 1988 se acaba de construir el museo naval de Stockholmo, cercano a los astilleros Galärvarvet, el conocido como el Museo Wasa, en honor al galeón encontrado delante de las costas de la ciudad y que sería la principal atracción. El Wasa realiza su último traslado al nuevo museo que lleva su nombre ante la alegría y la atracción mediática que suponía. El 15 de junio de 1990 el actual rey de Suecia, Carlos XVI Gustavo inaugura las instalaciones del museo Wasa.

CONTEXTO HISTÓRICO
Situemos el VASA en el periodo histórico que apenas conoció, la guerra de los 30 años.
Este conflicto religioso y político internacional asoló Alemania en la primera mitad del siglo XVII. Un nuevo equilibrio surgió con el fin de las aspiraciones universales de los Habsburgo y el ascenso de otras potencias
.
Orígenes
En esta larga guerra se combinaron una serie de factores diversos. La división religiosa del Imperio, ratificada en la paz de Augsburgo (1555), era todavía fuerte de tensiones. El elector palatino Federico IV fundó la Unión Evangélica (protestante) en 1608, y Maximiliano I de Baviera respondió con la Santa Liga al año siguiente. La situación se complicaba con la pugna entre el emperador y los príncipes por el dominio en el Imperio. Por otro lado, los esfuerzos de los Habsburgo vieneses por introducir la contrarreforma católica y germanizar sus dominios patrimoniales encontraron gran oposición, particularmente en Bohemia. (imagen: El rey Gustavo II Adolfo de Suecia, líder de la Europa protestante murió en la batalla de Lutzen en 1632 frente a los católicos).
Habría que añadir la tradicional pugna franco-española por la hegemonía europea, resuelta en el siglo anterior a favor de España al precio de la secesión de las provincias protestantes de los Países Bajos (Holanda). Por su parte, Inglaterra, Dinamarca y Suecia esperaban sacar partido de la inestabilidad centroeuropea.
Suecia y Francia entran en el conflicto
La derrota danesa propició la entrada en la guerra de Suecia, cuyo rey, Gustavo II Adolfo, luterano convencido, deseaba tanto apoyar a sus correligionarios alemanes como afianzar su dominio en el Báltico, disputado por Dinamarca y Polonia. El cardenal Richelieu, valido de Luis XIII de Francia, favoreció la firma de una tregua entre Suecia y Polonia (1629) y concedió subsidios de guerra al soberano sueco. este organizó un ejército popular, bien armado y lleno de entusiasmo por su rey y su religión.
Con el apoyo de los príncipes protestantes tras el saqueo de Magdeburgo por Tilly (mayo de 1631), Gustavo Adolfo venció a éste en Breitenfeld (septiembre). Dueño del norte de Alemania, ocupó Renania y avanzó sobre Baviera (1632). Fernando II tuvo que llamar de nuevo a Wallenstein, caído en desgracia en 1630, que logró expulsar a los sajones de Bohemia y contener a los suecos en el sur de Alemania, aunque fue derrotado por Gustavo Adolfo en Lützen (noviembre de 1632). La momentánea desorganización sueca permitió a los imperiales rehacer sus fuerzas, a pesar del asesinato de Wallenstein (febrero de 1634), sospechoso de conspirar contra el emperador. El regente sueco Oxentiern logró organizar la liga protestante de Heilbronn (abril de 1633), pero fue finalmente derrotada en Nórdlingen por los hispano imperiales (septiembre de 1634), que lograron acceder al Báltico. Los suecos tuvieron que retirarse al este y Sajonia firmó con el emperador el tratado de Praga (mayo de 1635), que preveía la disolución de las ligas .Esta nueva oportunidad de paz fue frustrada por la intervención directa de Francia en el conflicto, temerosa de la supremacía de los Habsburgo. Se alió con los suecos, Holanda, Saboya y Sajonia en contra del Imperio y desarrolló también su particular guerra contra España (1635). En un principio, los hispano imperiales llevaron la mejor parte en esta nueva fase las hostilidades, con la toma de Corbie y la amenaza sobre París del cardenal-infante Fernando de Habsburgo (1636). Pero la ofensiva francosaboyana logró cortar el paso de la Valtelina entre Italia y el Imperio (1637) y la victoria en Rheinfelden permitió a Bernardo de Sajonia-Weimar tomar Breisach (1638), interrumpiendo las comunicaciones entre Italia y los Países Bajos. El aislamiento entre las fuerzas habsbúrgicas se complicó con las victorias francesas en los Países Bajos y holandesas en las Dunas (1639) y las colonias (1640). Por otra parte, España sufrió en 1640 las rebeliones de Portugal y Cataluña, que abrieron nuevos frentes bélicos en el centro de sus dominios. Francia aprovechó la ocasión para penetrar en Cataluña, donde Luis XIII fue proclamado conde de Barcelona (1641), y atacar al debilitado ejército español de Flandes en Rocroi (1643). A partir de ese momento España luchó por mantener sus posesiones, mientras la liga de Heilbronn y los franceses derrotaban a los aliados sajones y bávaros del emperador, que abandonaron la lucha en 1645 y 1647. En 1644 se habían iniciado conversaciones de paz en Münster (entre Francia y el emperador) y Osnabruck (entre el emperador, Suecia y los príncipes alemanes), simultáneas a los combates, por lo que las propuestas de cada bando cambiaban según los resultados en el campo de batalla. Pero la apurada situación de los Habsburgo aceleró las negociaciones, que resultaron en un conjunto de tratados conocidos como paz de Westfalia (octubre de 1648).
La paz de Westfalia

Como consecuencia de estos tratados, Francia logró importantes ventajas territoriales en Alsacia y la frontera renana, Suecia se quedó con Pomerania occidental y diversos enclaves alemanes del mar del Norte y el Báltico, convirtiéndose en miembro del Imperio. Brandemburgo se expandió en Pomerania oriental y obtuvo algunos territorios en Alemania occidental, mientras el duque de Baviera retenía el alto Palatinado y la condición de elector, restituida no obstante —junto al bajo Palatinado— a los herederos de Federico y, hecho que se tradujo en el aumento del colegio electoral imperial a ocho miembros. Por su parte, la independencia formal de Suiza fue acatada por el Imperio. Esta institución fue la más perjudicada, pues el reconocimiento de la soberanía de los príncipes y las ciudades vaciaba de contenido el título imperial. La consagración de la libertad religiosa de los príncipes, que impondrían su fe en sus Estados se extendió al calvinismo y puso fin al ciclo de guerras religiosas que habían ensangrentado Europa desde el siglo XVI. Los Habsburgo vieneses, a pesar de algunas concesiones, fortalecieron el control sobre sus posesiones patrimoniales, gobernadas desde Austria. La gran perdedora de este prolongado conflicto fue Alemania en su conjunto, sometida a terribles devastaciones durante tres décadas —especialmente en regiones como Renania, que perdió dos tercios de su población— y afectada por pérdidas materiales que tardaron decenios en ser reparadas. Por su parte, Inglaterra y Holanda se afianzaron como potencias marítimas, condición que posibilitaría un gran desarrollo comercial y colonial futuro. Francia se confirmó como la nueva potencia europea, aunque todavía tenía que dirimir su conflicto con España.
FUENTES:
www.phistoria.net
http://www.portalplanetasedna.com.ar