MI BARCO

Santa Marïa - F-81

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Marchando

domingo, 15 de febrero de 2009

La Marina de Castilla

Aunque parezca una contradicción, pues en la actualidad Castilla no disponga de una salida al mar, esto no ha sido así siempre. Espero que esta pequeña reseña histórica sirva para recordar aquellos épicos años
Estandarte
Este se adopta durante el reinado de Fernando III "el Santo", con la unión bajo su corona de Castilla y León.
Durante la Edad Media el origen de los barcos se indicaba con grandes emblemas y con los escudos de los caballeros embarcados. La enseña real o del almirante se situaba a popa y en el tope del mástil.
En los barcos mercantes también se solía situar en el mástil una cruz sobre un gallardete con los colores del puerto de origen y a veces, una grímpola con los del propietario.
La Marina de Castilla
De las dos Marinas, la castellana y la aragonesa, que tras su fusión constituyeron la Armada española, fue la Marina aragonesa la primera en aparecer como una auténtica fuerza naval. Ya en la época de Ramón Berenguer III, a principios del siglo XII, las naves catalanas habían llegado a obtener un gran prestigio en el Mediterráneo occidental, pero este adelanto catalano-aragonés es lógico si tenemos en cuenta las circunstancias históricas.
Por un lado, los Condados catalanes y la Corona de Aragón tuvieron un cierto retraso temporal en la Reconquista del territorio peninsular con respecto a los reinos occidentales. Por otro lado, su fachada marítima les proporcionaba, tanto enemigos contra los que debían defenderse, árabes y genoveses principalmente, como grandes oportunidades de comercio y riqueza, al tiempo que los territorios de su Reconquista, Valencia y Baleares, eran principalmente accesibles por mar. Parece lógico pues que, desde un principio, volcaran más sus energías en la conquista de la mar que en la de la tierra.
Por el contrario, León y Castilla no tuvieron enemigos importantes por el mar, salvo esporádicas y contadas incursiones árabes o normandas, y sus energías estuvieron encaminadas desde un principio a su idea de reconstruir el reino peninsular visigodo, y a defenderse de los ataques por tierra del poderoso califato cordobés. En cualquier caso, esas esporádicas incursiones de árabes y normandos originan un primer intento de obtener una fuerza naval más o menos permanente contra ellas, que cristaliza en la creación de una flota gallega por Diego Gelmírez, obispo de Santiago, a principios del siglo XII. Pero es Alfonso VIII el primer rey castellano que percibe la necesidad de disponer de una flota a su servicio, y para ello dota de Fueros a las cuatro Villas de la costa de Cantabria.
La concesión de Fueros a estas Villas por parte de Alfonso VIII, se convertirá en un acuerdo beneficioso para ambas partes: Los habitantes de las mismas obtendrán sus libertades e independencia de los señores feudales, y esto hará que acudan a ellas nuevas gentes que, a falta de tierras que labrar, explotarán los recursos del mar y del comercio marítimo aprendiendo el arte de navegar y el de la construcción naval; Por su parte, el Rey obtendrá una escuadra para los momentos en que la necesite, que no serán pocos a partir de entonces.
Esto permitió, entre otras cosas, que Roy García de Sant Ander pudiera poner cerco a Cartagena en 1245 al mando de la flota cántabra, en apoyo a la conquista del reino de Murcia. Y que poco después, cumpliendo órdenes de Fernando III El Santo, se aprestara otra flota en Cantabria que, en 1248 y bajo el mando del almirante cántabro Ramón de Bonifaz y Camargo, resultó fundamental para la toma de Sevilla al lograr completar el cerco de la ciudad por el Guadalquivir, rompiendo el puente de barcas que comunicaba la ciudad con Triana. Este último hecho quedó reflejado para siempre en los escudos de diversas villas marineras como Santander, Laredo, Comillas y otras, además de en el actual escudo de Cantabria.
Poco después, la Marina castellana, que contaba ya con aportaciones andaluzas, lograba el dominio del Estrecho y su apertura para el comercio castellano. Este fue el auténtico nacimiento de la Marina de Castilla, la concesión de Fueros a las Villas cántabras, que fue la verdadera causa de que los reyes de Castilla pudieran disponer de fuerzas navales.
La génesis y consolidación de la Marina castellana durante el siglo XIII se basó en las cuatro Villas antes mencionadas, que a partir de ese momento comienzan la apertura del comercio castellano de las lanas y del hierro con Flandes e Inglaterra. Desde la concesión de Fueros a las villas del litoral vasco, esta actividad es compartida por los navegantes de ambas regiones, lo que con el tiempo lleva a la creación, en 1296, de la famosa Hermandad de la Marina de Castilla con Vitoria, o Hermandad de las Marismas, que se fundó en Castro Urdiales con la participación de las villas de Santander, Laredo, Castro Urdiales, Bermeo, Guetaria, San Sebastián, Fuenterrabía y Vitoria, y un año después la de San Vicente de la Barquera. En realidad, esta sociedad se creó con la intención de defender sus propios intereses comerciales en el Cantábrico y en el Mar del Norte, pero al coincidir éstos con los de la Corona, resultó fundamental para la política naval de Castilla durante el siglo siguiente.
Durante la guerra de los Cien Años, la política naval de los Trastámaras elegirá Santander como base naval de las sucesivas armadas que se organizaron. Allí se construyeron las Reales Atarazanas, edificio de grandes proporciones en el interior de la ría de Becedo y al resguardo del promontorio de Somorrostro, núcleo del viejo Santander, que permitía la construcción de galeras para las armadas reales, o la invernada de hasta ocho de ellas.

Además de bases navales, galeras y marinos, Cantabria aportó en este tiempo inicial de la artillería grandes forjadores y constructores de bombardas, entre los que destaca la dinastía de los Ximones que construirían piezas para los reyes de Castilla durante la mayor parte del siglo XV.
Desde Santander se organizaron expediciones como las de Ruy Díaz de Rojas, Ruiz de Avendaño, o los cántabros Hurtado de Mendoza y Pero Niño, primer conde de Buelna, quien atacó Plymouth, Portland y otras ciudades, y llegó a remontar con sus naves el Támesis. Seguramente el más importante de estos hechos fue la batalla de la Rochela en 1372, cuando una flota castellana aprestada en Santander y mandada por el almirante Bocanegra derrotó a otra inglesa con refuerzos para Aquitania, haciendo prisionero al almirante inglés, y empleando por primera vez en la Historia artillería embarcada.
Después de todo ello, a principios del siglo XV, Castilla era sin duda la potencia naval dominante en el Atlántico. Esta potencia naval fue lo que permitió el auge comercial de Castilla con Flandes y los puertos del Canal de la Macha, y se mantuvo con ciertos altibajos durante el siglo XV poniendo las bases necesarias, en cuanto a marinos, naves y conocimientos náuticos, para lograr la gesta del Descubrimiento.